CAUSA SUI POR JACQUES ALAIN MILLER

Aquí tenemos entonces algo que nos introduce indirectamente a la dialéctica del tiempo y del acontecimiento.

El acontecimiento es lo que ocurre, lo que pasa. ¿Es preciso decir que el acontecimiento es lo que ocurre en el tiempo? Es cierto que el tiempo aparece como el gran continente, no hay nada que no esté en el tiempo. En ese momento, el acontecimiento se recorta siempre sobre el fondo del tiempo, como una fuerza. Y hay filosofías del tiempo de las cuales se puede decir que la estructura está prescrita por la teoría de la forma, la Gestalt-Theorie.

Así como toda figura se separa de un fondo, el acontecimiento es una forma que se separa del fondo del tiempo, y el tiempo mismo está más acá de todo acontecimiento posible que se produzca en el tiempo.
Decir las cosas de este modo nos conduce a la objeción hecha por Lacan a la teoría de la forma, a partir de un ejemplo, a partir de la contemplación del cuadro de Edward Munch llamado El grito. Lacan comenta que el grito, la boca abierta que allí grita, no se inscribe verdaderamente en el espacio, es decir, no es una forma que se recorta del fondo del espacio, sino que, por el contrario, ella crea el espacio donde se inscribe.

Y, mutatis mutandis, podemos transponerlo al acontecimiento. Si el acontecimiento tiene un estatuto que le es propio, es en la medida en que crea el tiempo. Aquí tenemos otra cuestión: ¿el acontecimiento se inscribe en el tiempo o el acontecimiento crea el tiempo?
Notarán que el gran grafo de Lacan comporta un esquema temporal que podemos considerar centrado en el acontecimiento. Es un esquema que inscribe la flecha del tiempo, pero que le sobrepone un vector retrógrado a contra-corriente de la unidimensionalidad del tiempo.

En Lacan -y para nosotros- la flecha del tiempo encontró una actualidad singular a partir de la palabra, que parece implicar un carácter unidimensional del tiempo, como la frase se desarrolla sucesivamente sobre un único eje, en tensión hacia el futuro.
Hablo de las catorce a las quince horas y hay allí una duración que se articula al movimiento mismo de la palabra. El propio Saussure inscribió la palabra en el tiempo, podríamos hasta decir que la palabra es el tiempo, y ahí no se puede empezar donde uno quiere, es eso lo que hace temporalmente la diferencia esencial entre la palabra y la escritura. Con la escritura comienzan, en definitiva, por donde quieren. Eso se les presenta en su copresencia, mientras que la palabra siempre es imperativa, puesto que hay que seguirla, como se dice.

El estructuralismo lingüístico reforzó esta unidimensionalidad del tiempo. Al pensar a partir de la palabra, el tiempo tiene una dirección, sólo que Lacan agregó a ella una dirección retrógrada, la dirección retrógrada del efecto de significación, apta para inscribir, asimismo, el efecto de sentido y el efecto de verdad, dirección que comporta que el acontecimiento es susceptible de cambiar todo a nivel semántico.

Es un esquema del acontecimiento a partir de lo que tiene lugar en el primer punto de cruzamiento, donde se sitúa el acontecimiento, todo cambia a nivel semántico.

Este esquema supone que el acontecimiento alcanza la totalidad, es decir que el acontecimiento tiene una capacidad de reconfiguración de todo eso que con anterioridad era virtual. El acontecimiento se produce en un contexto pero, al mismo tiempo, lo trasciende y produce un sentido irreductible a ese contexto -y es allí donde es preciso elegir qué es lo real-.

¿Qué es lo real? ¿Acaso lo real es lo que está fuera del tiempo? ¿Se trata de la forma, del eidos griego, platónico? ¿Es la forma ligada a la contemplación, aquello que no cambia? ¿O corresponde pensar lo real en la dirección del acontecimiento?

En el psicoanálisis como práctica, lo real queda definido a partir de lo que ocurre, es decir, a partir del acontecimiento.
Lo binario de la forma y del acontecimiento dio lugar a un ensayo de un erudito italiano, traducido al francés, que se llama Carlo Diano, que opone el culto griego de la forma a lo que emergió en tiempos de la cultura helenística como valor propio del acontecimiento.

El acontecimiento es nuestro término, el término griego es tyche. La tyche aparece entre los griegos, en principio, con Hesíodo. Es la manifestación sublime de la acción divina, y luego, con Eurípides, se revela que la tyche, es decir, el acontecimiento en su carácter imprevisto, tiene el poder de cuestionar el poder de los dioses. Es decir, en un primer sentido, la tyche es la manifestación del Otro, y luego es necesario esperar al siglo V para darse cuenta que la tyche se inscribe en el Otro barrado. Es lo que afirma Eurípides: "Si la tyche existe, ¿qué son de ahora en más los dioses? Y si son los dioses quienes tienen la potencia, la tyche ya no es más nada".

Para nosotros, esto se traduce en la oposición entre el acontecimiento imprevisto y el cálculo del Otro. No es más que la introducción, el escándalo del azar, es decir, de eso que puede ocurrir sin estar determinado por los dioses, eso que no tiene otra causa que sí mismo.

Para decirlo en términos latinos, la tyche es el acontecimiento imprevisto, la presencia de la causa su¡, aquello que no podemos referir a otra cosa para deducirlo, para demostrarlo o determinarlo. Se terminó por hacer de la tyche una diosa, la diosa de la fortuna, la diosa aun de ilogismo, hasta terminar domesticándola cuando se la transformó en destino. El acontecimiento escandaloso terminó por apagarse en el destino, la diosa Tyche terminó por ser refrenada por la diosa Moira, la necesidad personificada.

La tesis de Diano, en todo caso, es que en la filosofía tenemos como resultado de ese binario el acontecimiento separado, contingente. ¿Es el advenimiento de algo por completo distinto, o bien es siempre el de un momento de un proceso? Por un lado, para los cínicos está el hecho inmediato, el acontecimiento bruto, es lo real; mientras que para los estoicos, el acontecimiento responde siempre a una providencia y, por ese mismo hecho, se encuentra encadenado a la necesidad.

En ese contexto prestigioso se inscribe de manera singular el tiempo lógico de Lacan. Ese tiempo lógico es lo contrario del tiempo psicológico. No es la modificación que afecta a un sujeto en su relación con el tiempo, deja de lado el tiempo de la espera, el de la urgencia, el del aburrimiento, por cuanto serían modalidades afectivas del sujeto. No porque esas modalidades afectivas sean indiferentes, sino porque no es allí donde apunta el tiempo lógico. No puede hacerlo puesto que Lacan entiende que el sujeto se constituye en el curso de ese tiempo, por consiguiente no hay un sujeto previo a ese tiempo, susceptible de ser afectado. Hay un sujeto en vías de realización.
Cuando aborda ese tiempo lógico, Lacan hace eco, a sabiendas o no, a la definición vulgar del tiempo, porque lo define como un movimiento. Encuentran esto en la segunda página de su "Intervención sobre la transferencia". Habla allí de un movimiento que califica de ideal, que el discurso introduce en la realidad. Ese es el valor específico que hay que dar a ese término "ideal": un movimiento dialéctico como movimiento ideal.

El valor propio es que el tiempo es el efecto del significante y que el sujeto debe pasar necesariamente por enunciados destinados a ser desmentidos. Y entonces se perpetúa bien, en ese concepto, la noción de sucesión. Pero se trata de sucesión de posiciones, de sucesión de tesis que deben ser formuladas para ser desmentidas, como la letra S debe ser escrita para ser tachada.

Bien, me voy a detener aquí porque es la hora. Aclararé esto la semana próxima.
8 de marzo de 2008


Extraído de "Los usos del lapso. Los cursos psicoanalíticos de Jacques Alain Miller"


CAUSA SUI POR FRIEDRICH NIETZSCHE

No existe mejor contradicción interna que la causa sui; una especie de violación y de golpe mortal a la lógica.

Pero el orgullo ilimitado del hombre le ha conducido a enmarañarse cada vez más en la intrincada madeja de este absurdo; el anhelo del "libre arbitrio" entendido en el sentido superlativo y metafísico que domina aún (por desgracia, en los cerebros semicultivados), que es la necesidad de soportar la completa y absoluta responsabilidad de sus actos y de no adjudicársela a Dios, ni mundo, a la herencia a la suerte, a la sociedad, esta causa sui no es otra cosa que la necesidad de ser uno mismo; con esta audacia desbordante que supera la del barón de símil Munchausen héroe de un cuento popular alemán, fue empleado por primera vez por Schopenhauer en su obra la cuádruple raíz del principio de la razón suficiente) prueba a tirarse a sí mismo de los cabellos para salir del pantano de la nada y entrar la luz de la existencia.
Si alguien llegase a vislumbrar la necia rusticidad del famoso concepto del "libre arbitrio", hasta llegar a borrarlo de su espíritu, yo le rogaría que diese un paso más y borrase también de su cerebro lo contrario de este seudoconcepto, es decir, el "determinado', el cual conduce al mismo abuso de las nociones de causa y de efecto. No hay que concretizar la "causa" y el "efecto" cómo hacen equivocadamente los sabios naturalistas y todos los que como ellos piensan en términos de naturaleza.

Conviene, sin embargo, no servirse de la "causa" y del "efecto" sino en calidad de puros conceptos, o sea, como ficciones convencionales que sirven para designar, para ponerse de acuerdo, pero de ninguna forma para explicar algo. En el "en si' no hay ningún vestigio de "lazo causal", de "necesidad", de "determinismo psicológico'; allí el "efecto' no sigue a la "causa"; ninguna "ley" rige allí.

Nadie más que nosotros hemos sido los inventores de tantas ficciones como: la causa, la sucesión, la reciprocidad la relatividad, la necesidad, el número, la ley, la libertad, la razón, el fin; y cuando introducimos falsamente en las "cosas" este mundo de símbolos inventados por nosotros, cuando lo incorporamos a las cosas como si les perteneciese "en sí", obramos una vez más, como lo hemos hecho siempre, creando una mitología.

El "determinismo" no es más que un mito. En realidad, estamos frente a voluntad fuerte o débil Cuando un pensador trata de descubrir de una vez en todo "encadenamiento causal" y en toda "necesidad psicológica" algo que se parezca a una frustración, a una necesidad, a una concatenación obligada, a una presión, a un servilismo, es casi siempre el síntoma de que hay algo que falla en el ente en cuestión, y al sentir de este modo es incuestionable que la personalidad se descubre allí.
De esta manera general, si mis observaciones son exactas, el problema del determinismo se considera desde dos aspectos absolutamente diferentes, pero siempre de manera absolutamente subjetiva: unos, no queriendo compartir la "responsabilidad" de su creencia en sí mismos, su derecho personal, producto de su propio mérito (es el caso de las castas vanidosas); otros, por el contrario, rehuyendo de toda responsabilidad, impulsados por el desprecio de sí mismos y ansiosos de desprenderse sin importar en dónde o sobre quién caiga la pesada carga de su yo.

Cuando éstos escriben libros tienden a emprender la defensa de los malhechores; su disfraz más sutil es simular una especie de socialismo de la piedad y, natural y efectivamente, el fatalismo de los abúlicos se embellece en sumo grado en cuanto logra presentarse como la "religión de la souffrance humaine" (religión del sufrimiento humano).

Esta es sin duda alguna su peculiar manera de demostrar su "buen gusto".

(En Mas allá del Bien y del Mal)

EL CONCEPTO DE ENCUENTRO (TELE Y TRANSFERENCIA)

Según  Moreno  “la  transferencia  es  el  desarrollo  de  fantasías  (inconscientes)  que  el  paciente proyecta  sobre  el  terapeuta,  ot...